El manifiesto inicialCuando Bitcoin fue creado por el enigmático “Satoshi Nakamoto”, se presentó como un bien común capaz de otorgar libertad financiera y romper las cadenas de los gobiernos y bancos que controlan las monedas fiat.
La promesa era clara: un sistema descentralizado, transparente y seguro, donde cada transacción quedaría validada por miles de testigos en la cadena de bloques. Además, se insinuaba que sería una herramienta para enriquecer a los más pobres y democratizar el acceso al dinero.
La contradicción del accesoSin embargo, la realidad mostró otra cara:
- Para obtener un simple Bitcoin se requiere una inversión considerable.
- La dificultad de minado aumenta con el tiempo, favoreciendo a quienes poseen gran poder adquisitivo y pueden costear granjas de minería.
- En consecuencia, los grandes capitales acumulan la mayoría de los Bitcoins, contradiciendo la idea de una “moneda para los pobres”.
Las historias de personas que se hicieron millonarias en los inicios son más mito que realidad: muchos vendieron sus BTC apenas duplicaron o triplicaron su valor, y otros perdieron fortunas por descuidos (USB extraviados, discos duros tirados, claves olvidadas).
La proliferación de criptos y fraudesEl manifiesto inspiró la creación de miles de criptomonedas y tokens con el lema de “poder para el pueblo”.
Pero en la práctica:
- Surgieron proyectos fraudulentos que desaparecieron de la noche a la mañana.
- Exchanges con millones de usuarios terminaron en escándalos de fraude, robando cientos o miles de millones en criptos.
- Se popularizaron abusos como el uso de faucets con cuentas falsas, chantajes con criptos como Monero, y manipulación de precios mediante simples publicaciones en redes sociales.
La concentración del poderEl panorama actual muestra que:
- El valor de Bitcoin se mantiene alto gracias a grandes inversionistas que evitan su desplome.
- Otras criptos han perdido relevancia: casos como STEEM y HIVE, que llegaron a superar los $10 USD, hoy apenas rondan los centavos.
- La confianza del público se erosiona, y solo las criptomonedas principales conservan valor por la intervención de actores poderosos.
Un ejemplo claro: si alguien con cientos de millones en BTC intentara vender todo de golpe, provocaría un desplome masivo que impediría liquidar sus activos al precio deseado.
El ocaso de proyectos legendariosIncluso iniciativas longevas como la faucet de
FreeBitcoin, que funcionó más de una década, han cerrado definitivamente.
Esto refleja el desgaste del ecosistema y la pérdida de interés en proyectos que alguna vez fueron pilares de la comunidad.
Conclusión
El panorama actual de las criptomonedas no es alentador.
La promesa inicial de libertad y equidad se ha visto opacada por:
- La concentración de riqueza en manos de pocos.
- La proliferación de fraudes y estafas.
- La manipulación del mercado por figuras con poder económico o político.
Invertir en nuevas criptomonedas o tokens fuera del grupo principal parece cada vez más arriesgado y poco atractivo.